La ciudad y la ciudad (no, no es la película de Paco Martínez Soria...)
- Iván Albarracín
- 24 feb 2017
- 2 Min. de lectura

La ciudad y la ciudad de China Miéville
He de reconocer que soy algo conservador en mis lecturas. Que se le va a hacer, nadie es perfecto...
Un buen amigo me habló de este libro y un servidor, arrepentido de tirar por los caminos conocidos por mucho que intente predicar con el ejemplo contrario, dio su brazo a torcer y adquirió este ejemplar en la Cylcon de Valladolid.
Ahora sé que el autor, China Melville, es todo un referente en el país del Brexit y que ha ganado unos cuantos premios de mucho prestigio (Locus, Hugo, Nebula, etc...) y de paso descubro a uno de los autores más originales que ha tenido el placer de leer en mucho tiempo.
El poder descubrir a un escritor cuya existencia era desconocida para mí, es un gozo indescriptible. Eso te demuestra que NO está todo inventado y que el talento sigue corriendo por el mundo. Quizás los fenómenos mediáticos oscurecen el auténtico talento, pero eso es otro tema del que se puede hablar en otra ocasión.
Como fan de la novela negra, me sentí fascinado por su argumento. La historia arranca de forma convencional, con el cadáver de una chica encontrado a las afueras de una ciudad llamada Beszel que hace frontera con Ul Quoma, otra población con la que mantienen una extraña rivalidad.
Empieza la investigación y los cánones del género se van cumpliendo. Un rudo inspector de policía, un entorno decadente, cientos de sospechosos y una élite política con más peligro que Trump en un desfile del Klu Klux Klan.
Pero, poco a poco y de forma sutil, la rueda de los acontecimientos te van arrastrando a descripciones extrañas que se acercan con peligro a la fantasía o al surrealismo. Aparece en escena una entidad fantasmal llamada La Brecha y encontramos palabras como desver o desoír que acabas aceptando con una naturalidad pasmosa, como si las hubieras escuchado toda la vida.
Es posible que otro escritor con el mismo material se hubiera liado más que la pata de un romano (frase típica, pero siempre funciona), pero Melville no. Todo transcurre de forma clara, por muy extraño que puedan parecer los sucesos narrados y los conceptos son absorbidos sin problemas de ningún tipo.
La trama nunca abandona el género negro, aunque se adentra en terrenos kafkianos con una mordaz crítica a la burocracia y a las fronteras entre países.
Beszel, Ul Quoma y la fantasmal Orciny (absolutamente fascinante) son tan reales como pudieran ser Barcelona, Madrid o Burgos y eso tiene un mérito tremendo.
Vamos, un libraco que recomiendo, pero ya...
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